20080425

Sobre el fundamentalismo ateo. (John Gray)

El filósofo y politólogo John Gray ha arremetido en un artículo publicado por la revista The Guardian contra los que él denomina “seculares fundamentalistas”, pensadores que, en los últimos años, se han dedicado a defender a ultranza el ateísmo. Según Gray, este radicalismo tiene su origen sobre todo en el surgimiento de los movimientos terroristas de los últimos años, que han alertado sobre los peligros de los fundamentalismos religiosos. Pero, cuidado, advierte el autor, el radicalismo ateo también alberga un peligro: parecerse demasiado a su enemigo. Gray concluye que, de cualquier manera, reprimir la religión es algo imposible, que lo único que consigue es que ésta reaparezca en formas degradadas y grotescas.

John Gray, famoso filósofo y politólogo británico, autor de libros como “Contra el progreso y otras ilusiones” o “Al Qaeda y lo que significa ser moderno”, publica en The Guardian un artículo titulado “The atheist delusion” en el que analiza la aparición, en los últimos años, de una corriente anti-religiosa defendida a ultranza por escritores y pensadores muy conocidos.

El título del artículo hace referencia, como no, al libro “The God Delusion" (en español “El espejismo de Dios), escrito por uno de esos pensadores a los que Grey ha bautizado como “fundamentalistas seculares”: el divulgador científico Richard Dawkins, quien reproduce en su site de internet el artículo de Gray en The Guardian.

Escribe Gray: “una atmósfera de pánico moral rodea a la religión. Vista, hasta no hace mucho tiempo, como una reliquia de la superstición cuyo papel en la sociedad declinaba constantemente, ahora está demonizada y es considerada la causa de los peores males que azotan al mundo”.

Miedo al terrorismo

Como resultado, se ha producido una explosión repentina en la literatura de un proselitismo del ateísmo. Hace unos años, señala Gray, resultaba difícil convencer a algún editor comercial para que publicase un libro sobre religión. Hoy, los tratados anti-religosos pueden convertirse en artículos que generen grandes beneficios económicos.

Entre los viscerales detractores de la religión, además de Dawkins, estarían según Gray, autores como Christopher Hitchens, Daniel Dennet, Martin Amis, Michel Onfray o Philip Pullman, entre otros.

El debate entre ateísmo y religión ni es nuevo ni tiene visos de ir a resolverse pronto. De un tiempo a esta parte, además, nuevos libros, artículos y comentarios en prensa ponen de manifiesto el auge de esta discusión, especialmente entre pensadores de habla inglesa.

Para algunos científicos, ha llegado el momento de que la religión sea sustituida por la ciencia. Para otros, como para el físico Frank Tipler, el cristianismo tiene una sólida base científica. Pero, más allá de estas elucubraciones ideológicas, ¿a qué se debe el auge del debate en la actualidad?

Según Gray, esta polémica ha venido alimentada en parte por los ataques terroristas de los últimos tiempos, especialmente el del 11 de septiembre de 2001: el fundamentalismo religioso puede llevar a actitudes extremas altamente peligrosas, señala.

Parecerse a su enemigo

En su artículo, Gray alerta a los “fundamentalistas seculares” del siguiente peligro: se están comenzando a parecer en algunas cosas a su supuesto antagonista (la religión).

Quizá, como decía Jorge Luis Borges, siempre “hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”. Según Gray, justo eso es lo que está ocurriendo: el ateísmo más fervoroso renueva algunas de las peores características del cristianismo y del Islam, como el afán por conseguir una conversión universal, o la ausencia de duda ante la idea de que cualquiera que acepte sus preceptos transformará su vida.

La vía por la que el ateísmo llegará a todas partes para “salvar el mundo” serán las telecomunicaciones actuales. Gray afirma que los positivistas han creído durante años que con el desarrollo del transporte y las comunicaciones, el pensamiento religioso irracional llegará a marchitarse.

Pero, advierte el autor, estos fundamentalistas seculares creen en un mito muy arraigado: el del progreso, que supuestamente derivará en un secularismo generalizado en un mundo racional, alejado del irracionalismo de la religión.

Reprimir el instinto religioso

Es decir, que bajo el ateísmo más radical subyace una concepción histórica muy religiosa porque la creencia de que la historia es un proceso con una dirección proviene de la cosmovisión cristiana. Para Gray, aunque los humanistas seculares supriman el contenido religioso de sus ideas, continúan manteniendo creencias no del todo ateas.

Y, aunque es cierto que en numerosos países la religión ha decaído (como es el caso de España e Irlanda) en los últimos años, en otros ha ocurrido lo contrario: Estados Unidos, por ejemplo, no es hoy más secular que hace 150 años. Nada sugiere tampoco que los movimientos de decadencia de la religión vayan a ser irreversibles. Para Gray, la era secular podría ser en parte una ilusión.

El autor afirma por último que no se puede acabar con la religión, y que reprimirla es como reprimir los instintos sexuales: una empresa imposible. E intentar erradicar la religión sólo consigue que ésta reaparezca en formas grotescas y degradadas.

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