20091023
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20090508
Francisco J. Rubia: “La libertad es una ficción cerebral”
Entrevista al neurólogo Francisco J. Rubia, Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, que junto una extensa carrera investigadora en España y Alemania, ha llevado a cabo una labor divulgativa. En su último libro, El fantasma de la libertad (Crítica, 2009) al intentar difundir entre el público los debates de la neurociencia actual, Rubia habla de temas que, sin embargo, tienen una trayectoria de siglos en la historia de las ideas: como son la memoria, la consciencia, la libertad individual, las experiencias religiosas o los límites del conocimiento humano. Desde una postura especialmente escéptica, Rubia nos invita a no olvidar nunca el filtro neurológico a través del cual pensamos y sentimos la realidad.
Por Enrique Rodríguez Garrett
TC. Pongamos por ejemplo que intento traer a la memoria algunos datos sobre su libro que leí hace unos meses… ¿Que sucede entonces en mi cerebro?
FR. Ese es el problema más importante de la neurociencia, que no podemos entrar en la subjetividad de los demás. Por inferencias o analogías sacamos conclusiones pero no son fidedignas al 100%, claro.
TC. ¿Y si tuviésemos aquí un escáner que permitiese observar el proceso de recordar?
FR. Eso probablemente pueda hacerse en el futuro. Acceder a la memoria implícita, pero por el momento hay una inmensa parte de esa memoria que influye en nuestro comportamiento pero a la que no podemos acceder. Yo suelo mencionar esto cuando hablo de que la libertad sea una ficción cerebral. La gente se escandaliza porque siente que es libre de elegir, pero no le escandaliza que no controlemos lo que tenemos en la memoria, que, desde el punto de vista biológico, es mucho más importante que la libertad.
TC. ¿En que sentido?
FR. Porque es absolutamente imprescindible para nuestro comportamiento, nosotros cada vez que nos encontramos ante un determinado suceso o evento consultamos con la memoria si es peligroso o no, la memoria es fundamental. La libertad no. Podemos estar determinados y no hay problema de supervivencia. Es más, yo estoy convencido de que estamos determinados porque el cerebro es materia y la materia del universo está sometida a las leyes deterministas. Eso ya lo decía Albert Einstein cuando se preguntaba ¿Por qué el cerebro iba a ser una excepción?…eso siempre que no seamos cartesianos dualistas y pensemos que el cerebro está influenciado por un ente inmaterial. Pero ese dualismo la neurociencia lo ha abandonado prácticamente. Primero porque no hay forma de explicar cómo interactúa un ente inmaterial con la materia, porque para mover materia hace falta energía. Y en segundo lugar porque tampoco se ha observado en el cerebro ninguna estructura que responda a algo que viene de fuera del cerebro. Hoy se sabe que la mente no es otra cosa que la actividad del cerebro.
TC. Sin embargo hay resistencia a abandonar la idea de libertad o libre albedrío.
FR. Hay resultados experimentales que demuestran que la libertad puede ser otra ficción. Cada vez que tomamos una decisión el cerebro se pone en marcha mucho antes de que tengamos la sensación subjetiva de estar decidiendo. Por lo cual esta sensación es una consecuencia del proceso y no su origen. En un experimento en Berlín en 2008 se ha encontrado que esta decisión inconsciente se produce incluso diez segundos antes. Desde el momento en que renunciamos al dualismo cartesiano entonces ya se pone en entredicho la libertad. Una cosa es tener diversos grados de elección. Que tenemos distintas posibilidades de elección está claro, pero también las tiene la ameba el lagarto y el chimpancé. Pero si no sabemos por qué elegimos lo que elegimos entonces no hay libertad.
TC. Pero todo nuestro sistema legal se basa sobre esta idea de libertad.
FR. Claro. Y esta es la razón por la que en Alemania hay iniciativas para cambiar el código penal. En ese país la discusión es mucho más activa que aquí en España, donde apenas nos estamos enterando. Hay encuentros entre especialistas en derecho penal y neurocientíficos que discuten de manera muy intensa porque finalmente todo el código penal descansa sobre la culpabilidad del reo. Y si el que comete el delito no es culpable pues cambia todo el sistema. Aunque probablemente no cambiará nada en el sentido de que una persona que delinque tendrá que seguir siendo encerrada, o apartada de la sociedad, sobre todo si su disposición es a reincidir en el delito. El violador del Ensanche por ejemplo estaba convencido él mismo en que era imposible rehabilitarlo, los que no lo teníamos claro, con una especie de samaritanismo, éramos los demás.
TC. ¿Entonces seguirían habiendo penas y castigos pero perderíamos la valoración moral que las acompaña?
FR. Perderíamos la imagen que tenemos de nosotros mismos, que es falsa. Que somos libres, que somos magníficos. Bueno, no sería nada nuevo, históricamente teníamos la firme impresión de que la Tierra era el centro del universo. Y tardaron veinte siglos para revisar una creencia basada en la impresión subjetiva y las sagradas escrituras. Pasó también lo mismo con la creencia de que la tierra es plana, algo que percibimos claramente y sin embargo no es así. Hay que poner en entredicho nuestras percepciones.
TC. ¿Y que ventaja evolutiva podría tener esta creencia en que somos libres?
FR. No sé que ventaja podría tener. Lo único que sé es que es muy probable que sea una equivocación. No me fío de la idea que tenemos de nosotros mismos y del mundo, que de seguro son equivocadas. Kant ya decía que tenemos unos anteojos con los que vemos el mundo, esos anteojos son el cerebro y estoy seguro que conforme vaya avanzando nuestro conocimiento del genoma humano descubriremos toda una serie de predisposiciones genéticas para ver el mundo como lo vemos. El mito de que venimos al mundo como una tabula rasa es una estupidez.
TC. ¿No hay ruptura entonces entre animales y humanos desde el punto de vista de la consciencia?
FR. Claro que no, no hay células distintas en el cerebro, lo único que cambia es la cantidad. Los chimpancés, los elefantes, los delfines, las ballenas, todos se reconocen en el espejo, porque tienen una autoconciencia. Esta es una cualidad que también creíamos exclusiva del ser humano y no lo es.
TC. ¿Puede que la inteligencia artificial lo sea también algún día?
FR. Queda mucho por salvar pero yo estoy seguro de que es la conclusión lógica si uno no piensa que hay un ente inmaterial manejando los hilos. Si considero que todas las propiedades del cerebro son materia, incluyendo la espiritualidad… Se ha demostrado que si yo estimulo una parte del lóbulo temporal obtengo experiencias místicas y espirituales. Dado un suficiente nivel de complejidad aparecen propiedades nuevas, luego es lógico pensar que si conseguimos con las máquinas un nivel de complejidad como el que tiene el cerebro seguramente…
TC. Pero para ser inteligentes o incluso espirituales las máquinas deberían tener algo parecido a emociones.
FR. Por supuesto, es que el cerebro no es lógico, y ya se está experimentando con imitar en máquinas los procesos de lógica difusa. O la mezcla de componentes biológicos y artificiales.
TC. Ya que ha mencionado las experiencias espirituales: ¿Tiene sentido hablar de neuroteología?
FR. Me parece un término falso. ¿Qué significa? ¿Que estamos buscando a Dios en el sistema nervioso? Yo creo que la ciencia no va por ahí, ya que sabemos que Dios no es una hipótesis que se pueda demostrar o falsar. Así que neuroteología ya es término sesgado a favor de la religión. Otra cosa es que haya una neuroespiritualidad, una experiencia privada y subjetiva. La gente suele confundir la religión, que es una construcción social, con la espiritualidad. Y no son lo mismo, aunque todos los creadores de religiones tuviesen experiencias de este tipo. Y hay también espiritualidades sin religión como la de Buda o Lao Tse. La espiritualidad es algo inherente al cerebro humano y por eso el ateísmo que quiere erradicar no solo la religión, sino también la espiritualidad está llamado al fracaso porque ésta va a surgir siempre de nuevo.
TC. Aunque habría quien considere que estas experiencias místicas serían otro de los engaños que nos tiende el cerebro.
FR. No son engaños en cuanto a que son sensaciones que pueden producirse con la estimulación eléctrica, la epilepsia, la anoxia o ciertas drogas.
TC. Me refiero a engaño en el mismo sentido que usted habla de que el “yo” es un engaño: como una ilusión que no nos permite ver la realidad.
FR. Es otra posibilidad de ver el mundo, una sería la visión analítica dualista y luego estaría esa visión más holística. Son unos anteojos distintos. Ahora ¿Qué es el mundo fuera de nosotros? Eso no lo vamos a poder saber nunca, así que me da igual. ¿Saber cómo es el mundo fuera de la visión que tenemos? ¡Es que es imposible!. Es como el filósofo que se preguntaba cómo sería el mundo de un murciélago. Pues ni idea, si el murciélago tiene unos sentidos con unos filtros totalmente distintos que los nuestros. ¿Saber cómo es el mundo fuera de nosotros? Es una cuestión que no tiene sentido.
TC. ¿Sin embargo no eso es lo que se propone hacer la ciencia? ¿Al menos ciertas definiciones de ciencia?
FR. Bueno. Es que la neurociencia está corrigiendo esa visión. Advirtiendo de la posibilidad de que nos estemos engañando constantemente. Yo cito siempre a Giambattista Vico que ya decía en el siglo XVIII que las percepciones, ni los sonidos, ni los gustos ni los sabores están en la naturaleza. Las cualidades de las cosas, que los filósofos llaman qualia, no están en la naturaleza.
TC. Entonces cambiará también nuestra percepción de la relación entre ciencia y religión.
FR. Es que eso es un tema que yo nunca he entendido, porque cada una apela a cosas distintas. Y posiblemente a estructuras distintas del cerebro. Porque la religión está basada en las sensaciones subjetivas y la ciencia no, la ciencia está basada en un método bajo ciertas condiciones que a la religión no le interesan. Tengo amigos que luchan por unir ciencia y religión pero es que no están tratando sobre las mismas cosas. También se dice que son formas complementarias de ver el mundo. Será verdad pero hay una diferencia: que la ciencia acumula conocimientos, la religión no. Y la ciencia permite una evolución hacia algo mejor, mayor esperanza de vida por ejemplo. Sin embargo la religión permanece estable o en todo caso ha empeorado. Todo aquello de que antes entrará un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos….en fin.
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