Cronológicamente, de mas antiguo a mas moderna, la historia de Cañamero y pueblos de la comarca de Las Villuercas, podemos dividirla en las siguientes etapas cuya duración comprende varios miles o centenares de años según los conocimientos que de ellas tengamos:
- El Paleolítico: Industria lítica de las Rañas.
- Neolítico- Edad del Bronce: Las pinturas rupestres de las Villuercas, castros, minas, industria lítica y de bronce.
- Edad del Hierro: Castros prerromanos.
- Época romana: Explotación del territorio (vilas y poblados).
- Época visigoda: Los santos de Berzocana.
- Época árabe: Hizn Lukrusan, Cañamero, Cabañas y Zuferola
- La reconquista del territorio: El Concejo de Trujillo.
- La Puebla de Guadalupe y las Villas de Cañamero y Berzocana.
Paleolítico:
Las primeras huellas de los pobladores de Las Villuercas se han localizado en las rañas de Alía y de Cañamero, se trata de abundantes cantos de cuarcita tallados, posiblemente de edad paleolítica, superior a los 100.000 años de antigüedad. Estos útiles fueron trabajados por pueblos nómadas dedicados a la caza. El clima no era como el actual, media Europa estaba cubierta de hielo, y el hombre buscaba refugio en cuevas profundas como las localizadas junto al río Ibor y en La Calera, pero todavía no poseemos datos fehacientes de su estancia más o menos duradera en estas cuevas de Las Villuercas.
Neolítico-Bronce:
Hace unos 5.000 años el clima se hizo progresivamente más cálido y el hombre se sedentariza, conoce la agricultura y el pastoreo. Las Villuercas son visitadas durante el neolítico, y es en el periodo siguiente o calcolítico (hace unos 3.500 años) cuando muchos de sus montes son habitados, construyéndose poblados amurallados con numerosas viviendas donde aparecen utensilios domésticos, armas, grabados rupestres, etc. El hombre calcolítico coloniza por completo la comarca de Las Villuercas, pues hemos encontrado sus estilizadas pinturas rupestres prácticamente en todas las cuevas y abrigos de estas sierras: el Cerro del Castillo de Cañamero, Las Cuevas de la sierra del Pimpollar, Cueva de Alvarez, Cancho de la Burra, La Madrastra, Risquillo de Paulino, Cueva de los Caballos, Los Morales, Era del Gato, Cancho del Reloj...
Durante la edad del bronce muchos de estos poblados calcolíticos continúan habitados, nuestra tierra ofrece abundante caza, picos inexpugnables y covachas donde guarnecerse, y sobre todo cobre y estaño para fabricar y comerciar con utensilios de bronce. Con este fín comienzan a explotarse los yacimientos de estaño del Cerro de San Cristóbal, de Logrosán, donde D. Vicente Sos Baynat encontró, al realizar trabajos mineros en 1950-62, puntas de flechas, hachas y escoplos de bronce, escorias y moldes de fundición, etc...
A finales de la edad del bronce los habitantes de esta comarca comercian con Tartessos, sus reyezuelos atesoran lujosas y pesadas joyas de oro entre las que destacan los torques de Berzocana, encontrados con otros utensilios de bronce en una pedrera próxima al puerto, paso obligado desde la prehistoria. De esta misma época (siglo IX a.C.) es la famosa “piedra” o estela del guerrero encontrada por D. Mario Rosso de Luna en un monte próximo a Solana, en la que se representa uno de estos reyes provisto de su carro, lanza, espada, escudo y casco. En la Colonia de Cañamero fue localizada por D. Juan Maldonado Otero, con varios útiles mineros, una interesante inscripción con caracteres íbero-tartéssicos (tarira).
Estos hallazgos confirman los contactos comerciales y culturales que existieron entre los pobladores de nuestra comarca y el mítico reino de Tartessos, situado en la desembocadura del Guadalquivir, donde afluían los navegantes del Mediterráneo para adquirir el valioso estaño con el que elaboraban sus metalurgias de bronce.
Edad del Hierro:
La comarca de Las Villuercas entra de lleno en la Historia 200 años antes de Jesucristo, en plena edad del hierro, cuando los autores griegos y romanos nos hablan de las tribus de los vettones que habitaban el territorio que se extiende desde las estribaciones meridionales de la sierra de Gredos (La Vera) hasta el Guadiana.
Los vettones son fundamentalmente un pueblo de ganaderos, como lo demuestran los toros y berracos que labraban en roca granítica y han sido encontrados en su zona de ocupación. Viven en poblados o castros rodeados de murallas y profundos fosos, situados en cerros estratégicos circundados por ríos que aumentan sus defensas naturales: Castro de la Dehesilla junto al río Berzocana y el Castillejo de Retamosa junto al Almonte. A lo largo de este río pueden contarse más de diez de estos poblados. En Madrigalejo a orillas del río Ruecas existe uno (El Castillejo), donde se encontró un curioso berraco y unas arracadas de oro. También encontramos otro castro, llamado el Castrejón, en Alía, en las proximidades del río Guadalupejo, del que sólo quedan restos de su muralla y del foso exterior.
Época Romana:
Los vettones, aliados con sus vecinos los lusitanos, luchan a las órdenes de Viriato contra los romanos, siendo sometidos en el año 139 a.C. con el asesinato de este caudillo, y a partir de entonces, nuestra tierra poco a poco se romaniza, pasando los vettones a militar en las legiones romanas y a adoptar las costumbres de los invasores.
Nuestra comarca es englobada en el territorio de Emérita Augusta, aposentándose los romanos en las tierras más ricas de la penillanura circundante a las sierras: Abundantes restos arqueológicos de villas y explotaciones mineras romanas se localizan en los alrededores de Logrosán, Cañamero, Berzocana, Solana, Retamosa, Navalvillar y Castañar de Ibor, Alía y La Calera.
La primera referencia escrita que encontramos en las fuentes clásicas sobre estas sierras nos la da el griego Estrabón, hacia el año 18 de nuestra era, en su Geographika, donde nos relata: “El Anas es también navegable, su orilla septentrional va también bordeada por montes metalíferos que se extienden hasta el Tágos”. Esta descrpción concuerda con nuestras sierras, y añade “ Las comarcas donde hay metales son por naturaleza ásperas y estériles...” refiriéndose al carácter agreste y salvaje de éstas en la antiguedad.
Posiblemente fuera montes la primitiva denominación de estas sierras, nombre repetido en los escritos medievales y que ha llegado hasta nosotros como Montes de Toledo y el hidrónimo Al-monte, río que tiene su nacimiento en las mismas Villuercas o Montes de Guadalupe.
Parece ser que en época romana nuestra comarca sólo tenía interés por la riqueza de sus minas de galenas argentíferas, como la localizada en tierras de Berzocana con una interesante necrópolis del siglo IV d.C.
Las vías de comunicación de aquella época rodean siempre la agreste sierra de Las Villuercas, por el norte la calzada de Mérida-Toledo, que cruzaba el Tajo por el vado de Albalat y conducía a la ciudad de Augustóbriga (Talavera la Vieja), actualmente anegada por las aguas del pantano de Valdecañas; por el sur otro ramal Mérida-Toledo pasaba por los puertos de Puertollano (Cañamero) y de San Vicente (Alía) con desviación hasta Augustóbriga.
Época Visigoda:
Los visigodos también han dejado muestras de su presencia en nuestra tierra: los escritos de san Isidoro, hermano de san Fulgencio y santa Florentina, nos dicen que el rey suevo Miró atacó y dominó a los rucones en el año 572 con objeto de evitar que el rey godo Leovigildo se apoderase de la Vettonia. Algunos investigadores suponen que estas tribus estuvieron aposentadas a orillas del río Ruecas, del cual recibieron su nombre.
Visigodo es el sarcófago de mármol que guarda los restos de san Fulgencio y santa Florentina en el altar de los santos de la iglesia de Berzocana, y posiblemente también sería una talla visigoda la Virgen encontrada por Gil Cordero en otro sarcófago en Guadalupe, según cuenta la leyenda de esta imagen. Restos de necrópolis visigodas con vasijas y objetos de adorno han aparecido en otros muchos lugares próximos a Las Villuercas, así como una artística basílica en Portera, tierras de Garciaz.
Época Arabe:
Los siglos de dominio árabe dejaron también en nuestra comarca abundantes vestigios arqueológicos y una rica y variada toponimia. El borde occidental de estas sierras está cuajado de castillos y poblados árabes: Castillo de Cañamero, Los Castillejos, El Terrero, Cancho del Reloj, Risco del Moro, Castillo de Cabañas, Poblado de Arbella y finalmente la fortaleza de Al-Balat junto al Tajo. Tambien fue árabe el Hisn (castillo) de Lukrushan situado en la cumbre del cerro de San Cristóbal citado en las crónicas de los geógrafos de la época.
Nuestra región fué poblada por las tribus beréberes de los Nafza que se extendieron desde el Guadiana hasta el Tajo, se dedicaban al pillaje realizando razias en territorio de cristianos, siendo su centro de operaciones el castillo de Trujillo.
El castillo árabe de Cabañas en 1184 lo poseía el conde D. Fernando Ruiz de Castro, pero en 1185 fue donado a la Orden de Trujillo. Volvió a los tres años a poder de los musulmanes quienes fueron expulsados de él por D. Alfonso IX de León, quien en 1194 lo devolvió a la Orden del Pereiro para que lo defendiese de los sarracenos. En 1196 debió apoderarse de él el emir almohade Yaqub ben Yusuf, triunfante en la batalla de Alarcos, durante la correría que hizo por nuestra tierra sin encontrar resistencia.
La Reconquista:
En el año 1.220 “vino Sancho Fernández, fillo del Rey Don Fernando, fillo del Emperador, a Toledo, e dixo, que iba al rey de Marruecos, quel avíe de dar grandes haberes, e creyéndole muchos cristianos e muchos judíos, más de XL milites, e puso con ellos que fuesen con el a Sevilla, mas el descaminó, e fue a Cañamero, un castiello ermo, e poblolo, e fizo mucho mal a moros e a christianos, e fue un día martes a muent, e vino un oso, e mató a Sancho Fernández. E a tercer día joves vino el rey de Balladozo con grand poder de moros e prisó Cañamero e descabezolos a todos”.
Este episodio, que sólo conocemos a través de los Anales Toledanos II, es uno de los sucesos más pintorescos de la reconquista de las Villuercas que protagonizó el hermano del rey Alfonso IX de León, hijo de Fernando II y de Doña Urraca López de Haro. Probablemente Sancho Fernández pretendía conquistar las tierras de la frontera entre los sarracenos y el reino de Toledo y fundar un señorío propio, especie de reino taifa cristiano, pero durante una cacería en las Villuercas un oso mató al infante leonés y trucó su proyecto colonizador.
Tres días después el gobernador musulmán de Badajoz, que debía estar harto de vecino tan molesto, tomaba el castillo de Cañamero y decapitaba a todos sus defensores, y la tierra de nadie que quiso apropiarse, entre las frontera musulmana y cristiana, siguió despoblada.
El día 25 de Enero de 1.232 las Ordenes Militares de acuerdo con el obispo de Plasencia conquistan la ciudad de Trujillo y todo su término, quedando desde entonces la mayor parte de estas sierras incorporadas a la jurisdición territorial de Trujillo, excepto la zona oriental que quedó bajo la del Concejo de Talavera.
Los lugares de Berzocana, Cañamero, Logrosán y Garciaz comienzan a poblarse de castellanos procedentes de las tierras de Trujillo, Plasencia, Avila y Talavera y en poco tiempo llegan a ser los principales núcleos de población de la jurisdición de Trujillo. La tierra se dividió en grandes latifundios que fueron entregados a los caballeros que intervinieron en la conquista de Trujillo. Cada una de estas fincas, recibe desde entonces, el nombre de “Caballería”, como las que comprendían las actuales dehesas de La Olivilla, El Aguijón, Miralrío, Los Cerros de Cubilar, La Higueruela, etc...
En el año 1268, reinando Alfonso X el Sabio, se deslinda el término de Trujillo del de Talavera, estableciéndose una línea divisoria que de sur a norte pasa por la “raña alcornocosa” cerca del “puerto de Cañamero” (Puertollano), el arroyo Valtravieso, “et commo va en su derecho a la cabeza de la Brama, commo vierten las aguas las unas a Tajo y las otras a Guadiana”. Es decir, esta línea dividió el territorio de las Villuercas en un momento en el que todavía no se había descubierto la imagen de la Virgen de Guadalupe, la cual aparece hacia 1325 y, curiosamente, sobre un punto de esta misma línea de separación de términos.
En el año 1337 el rey Alfonso XI, que cazaba osos por estas sierras, manda dar al Monasterio de Guadalupe media legua de terreno a su alrededor, tomándola de los términos de Trujillo y de Talavera.
Nuestra historia continúa, pasando a ser, desde entonces, el Monasterio de Guadalupe el centro religioso, cultural y económico de la comarca de Las Villuercas.