Los «ídolos» son nociones e imágenes falsas que se apoderan de la mente y tienden siempre a reaparecer. Bacon los distribuye en cuatro tipos, señalando que algunos son innatos y otros pueden ser adquiridos:
Ídolos de la tribu: analizados en primer lugar, son los más importantes, por su carácter generalizable a todos los hombres. Se expresan, por ejemplo, en la tendencia intelectual a considerar que las cosas existen en un grado de orden y de igualdad mayor del que en realidad se encuentran, un ejemplo de esto es el error de asignar a todos los astros órbitas perfectas. De esta tendencia se deriva la búsqueda de una falsa analogía entre fenómenos que por su carácter irregular escapan a la formulación de leyes. Los «ídolos de la tribu» están presentes también en la tendencia conservadora de la mente humana, por la cual el hombre se resiste ante cualquier novedad, y la asimila, distorsionándola, a algo que ya conoce; actitud que tiene por consecuencia el otorgar un carácter preeminente a la afirmación antes que a la negación (importantísima para Bacon a la hora de formular un axioma). Estos ídolos conducen, finalmente, a la falsedad porque se apoyan en los datos engañosos que proporcionan los sentidos. Estos impiden, a menudo, la captación de los delicados y sutiles cambios que se producen en la naturaleza.
Ídolos de la caverna: Son propios de cada individuo, el cual es como una caverna en la que se quiebra la luz de la Naturaleza. Proceden del temperamento, educación, lecturas y experiencias particulares de cada uno. Unos se entusiasman con todo lo nuevo, y otros prefieren lo antiguo; unos prefieren la especulación y le someten las experiencias (Aristóteles), pero otros dan preferencia a los experimentos y derivan de ellos absurdas especulaciones (la alquimia), etc.
Ídolos del foro: Proceden de la relación entre los hombres, y radican en la fuerza de las palabras, que transmiten nociones fantásticas y perturban La mente. Según Bacon, son los ídolos más peligrosos. Las palabras substituyen a la realidad, y aunque se intenta dominarlas por medio de definiciones, «las definiciones mismas están hechas de palabras, y las palabras engendran palabras» (1, 54).
Ídolos del teatro: Proceden de los sistemas filosóficos anteriores, y de sus métodos y lógica (todos los cuales son «como mundos ficticios y teatrales»). Son, por un lado, «los principios y axiomas de las ciencias que siguen prevaleciendo gracias a la tradición, la credulidad y la negligencia»; pero también «las malas reglas de la demostración» (1, 49). Por eso, el método propuesto por Bacon deberá luchar contra un poderoso enemigo que está en la misma mente: el ídolo de la lógica vulgar y de la lógica aristotélica.